¿Estamos realmente conectando con nuestras emociones para
poder sanarlas o estamos profundamente anestesiados? Fue la pregunta que me
hice después de vivir una de las experiencias más impactantes en mi camino
espiritual. Fue en una clase con Seane Corn, llamada “Yoga for broken Heart”
(Yoga para corazones rotos) En ella platica como vivió ella la muerte de su
papá, quien estuvo 8 años luchando contra el cáncer. La historia es impactante
nos puso la piel chinita, pero lo más importante fue la reflexión que nos dejó:
la mayoría de nosotros no sabemos y no nos han enseñado a manejar nuestras
emociones saludablemente, sino que las
reprimimos.
Si me hubieran preguntado antes de la practica si tenia
alguna perdida o dolor guardado que no hubiera trabajado… les hubiera dicho que
no, que ya había trabajado la mayoría de ellas. Pero mis 2 horas de llanto dijeron
otra cosa. ¿cómo era posible que hubiera llorado desde que empezó la clase
hasta que terminó?
Me pregunté… ¿Donde estaba guardado tanto dolor? ¿Podemos a
tal grado estar tan anestesiados al dolor? ¿Podemos a tal grado estar guardando
tanto dolor en nuestro cuerpo, mentes y espíritu? Y después se nos hace raro
que haya tantas enfermedades y guerras en el mundo. Si no podemos sanarnos a
nosotros mismos… ¿como podremos sanar el mundo?
El progreso espiritual es igual a la desintoxicación: las
cosas tienen que salir para poder ser liberadas. Cada emoción y pensamiento
afecta cada una de las células de nuestro cuerpo. La rabia, la tristeza, la
envidia, el enojo cuando son reprimidos
se manifiestan en nuestro cuerpo como tensión. Es lo que en nuestra
filosofía de Anusara Yoga llamamos el
polvo que ensucia el espejo del corazón, que nos impide ver lo que
verdaderamente somos o crear enfermedades.
Para poder crear una verdadera sanación, debemos explorar
nuestra emociones y purificar las ideas limitantes, paradigmas y creencia que
nos hacen daño. Para crear una salud optima hay que limpiar nuestra mente y
nuestras emociones.
Cuando pedimos ser sanados, las cosas no sanadas salen a la
superficie. Y ahí esta el problema, nos sentimos incomodos, ansiosos, porque
salen todas las emociones reprimidas. Y al no saber que hacer con ellas, nos da
miedo y las volvemos a guardar en lo profundo de nuestro ser. No queremos sentirnos
así, nuestra mente se va a otra lado, no estamos presentes y nos anestesiamos.
¿A qué grado vivimos anestesiados? Es sorprendente!!!
La invitación del
yoga es quedarnos en nuestro cuerpo, ver las emociones frente a frente,
mantener nuestra mente en el aquí y en el ahora, respira profundamente en la
tensión, en el dolor y convertirnos en el testigo. Para así crear el espacio y
poder liberarlas.
Al liberarlas se abre nuestro corazón y nos hace más
vulnerables. La vulnerabilidad nos lleva a la entrega y la entrega al amor.
El Yoga nos dice que todo sucede para abrir más nuestro
corazón, para experimentar más amor. Toda experiencia por difícil y retadora
que pueda ser, es una oportunidad para expandirnos y crecer. Nuestra
experiencias, si lo permitimos, nos enseñan compasión, paciencia, entendimiento
y perdón. Encarnar estas cualidades abre nuestro corazón, nos hace más sabios,
más conectados y disponibles al amor. A veces estamos tan apegados a nuestra
historia personal que dejamos que ella nos defina. Dejamos que nuestras
perdidas y dolores nos etiqueten. Así la energía se contrae y nos estancamos en
el resentimiento, tristeza, enojo, envida, etc.
El reto más importante que podemos hacer en nuestro camino
espiritual es la verdadera limpieza del cuerpo y el alma, es nuestro deseo de
soltar y perdonar. Es soltar todo lo que no es amor. Es dejar que nuestro corazón
se abra plenamente. Que podamos abrzar el amor y lo compartamos generosamente.
Dejar que el amor impacte cada aspecto de nuestro ser y de nuestra vida. Que
este amor limpie y nos ayude a expandir nuestra conciencia para poder tener una
vida mas plena.
¿Cómo sería tu vida si soltaras resentimientos, dolor,
tristeza? ¿Cómo sería tu vida si perdonaras? ¿Qué podrías crear?
Gracias por compartir el camino hacia la sanación.
Om Namah Shivaya